
Compartir la vida (flickr.com/photos/marka_enjoy/2512716516/)
Respirar, amar, sentir, aceptar, reír, recibir, dar, soltar, atreverse y respetar son acciones que nos acercan a ese estado de bienestar. Respirar es la primera acción que llevamos a cabo al venir a este mundo y la última que practicamos antes de marcharnos. Lo hacemos de forma impulsiva, automática, instintiva, sin casi esfuerzo, por ese motivo no tomamos conciencia de ella, no nos cuesta, ni nos damos cuenta de que lo hacemos. Respirar tomando conciencia de cómo el aire entra y sale de nuestra nariz nos calma, nos serena y nos ayuda a fijar la atención en el momento presente, en las pequeñas cosas del día a día.
Amar…ese gran verbo que todo lo engloba. El amor tiene mil expresiones y es lo que, en el fondo, todos buscamos: sentirnos queridos y amados. Cuando somos personas amorosas con el entorno nos sentimos bien con nosotros mismos. En virtud del amor ayudamos a los demás, luchamos por nuestros ideales, compartimos nuestra Vida con otra persona, abrazamos, lloramos. De la mano del amor llegamos al sentir, una acción con la que hoy cuesta conectar. Somos seres racionales y estamos en un momento de nuestra existencia en el que prima el estar en la mente, la competencia, la acción racional. Por eso debemos hacer un esfuerzo por no olvidarnos de sentir, de conectar con la brisa del mar, con el calor de los rayos del sol, con el olor de la tierra mojada, con la satisfacción, con el dolor….La ausencia de sentimiento puede llegar a ser una muerte en vida.
La aceptación es la base del crecimiento personal y de la madurez. Una actitud flexible ante los problemas y la Vida en general nos permite ir aceptando las situaciones que se nos presentan. Si las circunstancias nos favorecen las aceptamos de forma natural, pero si nos perjudican, nos duelen o nos resultan desagradables nos esforzamos por luchar contra ellas y es ahí donde nos perdemos en la ira, el rencor, el victimismo, el reproche, la queja….Aceptación no significa resignación. Implica ser consciente de la situación o emoción que estamos viviendo y descubrir, desde la serenidad, los caminos que nos pueden permitir transformarla, cambiarla y superarla. Aprender a aceptar conlleva madurar, crecer, dejar de ocultarnos en la exigencia infantil ante los demás y tomar las riendas de nuestra propia existencia. Ligada a la aceptación encontramos el respeto: una actitud noble y serena acompaña a la aceptación. Dicen que el respeto se gana, no se impone ni se exige. Y ganarse el respeto supone la aceptación total por parte del otro, lo que requiere comprensión. La convivencia pacífica y en harmonía se basa en el respeto y la aceptación.
Dar y recibir, las dos caras de una misma moneda. Deben estar equilibradas, si uno sólo da o sólo recibe acaba agotándose, acaba perdiéndose en el otro, buscando sus respuestas fuera o siendo un egoísta. Reír y atreverse también van de la mano. La risa es un bálsamo para la mayoría de nuestras emociones negativas: pensar que las cosas no son tan graves y reírse de uno mismo es una buena terapia personal para no tomarse la Vida de forma tremendista. Atreverse a cambiar esa forma de ver la Vida, atreverse a vencer los miedos, deshacerse de las corazas y permitirse ser uno mismo son grandes pasos para vivir la Vida con plenitud y serenidad.
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